Apr 28, 2013

¡Lo que necesitamos es HABLAR SIEMPRE EN NUESTRA LENGUA!

Por mucho que hayan otras lenguas oficiales, incluso más habladas que la nuestra, la nuestra es la lengua propia de la tierra donde vivimos. Si la usamos siempre, cada vez nos sentiremos más cómodos. Esto tiene que ver con la libertad, la historia, y el nexo sentimental con la tierra.

Si donde vivimos hay más de una lengua oficial por motivos históricos, hay que ir con ojo y evitar el resto, porque hablar con otra lengua a gente de ostras costumbres o a colonos llegados de otras partes, sería discriminatorio: hablándoles siempre en nuestra lengua les estamos haciendo un favor, puesto que no haciéndolo, estaríamos fomentando la suya, no permitiendo que disfruten de nuestra lengua. Básicamente, es una cuestión de respeto, ellos merecen aprender y disfrutar igual que nosotros de nuestra lengua, es lo menos que podemos hacer por su propio bien, aún cuando ellos no sean conscientes del bien que les hacemos. De ahí que resulte natural que en todos los ámbitos de la administración, educación incluída, impongamos nuestra lengua como vehicular, por lógica, al ser la lengua de nuestra tierra, dado que si se tratase de que lo entendiese todo el planeta, lo pondríamos en inglés. Un poco de sentido común: hemos de ser prácticos, evitando demagogias y envidias, ni de uno más que otro, pues se trata de elegir lo que más conviene, de acuerdo con el contexto, valores, y respeto a la tradición de la tierra, o de lo contrario sería un genocidio étnico al permitir una amalgama heterogénea de lenguas oficiales.

Dentro de lo técnico, hay que tener en cuenta que las lenguas son herramientas de comunicación, y que ninguna lengua es mala por sí misma, por lo que, no es una falta de educación usar nuestra lengua con otras personas, aún cuando les hablemos nos respondan en la suya, ya que así les ayudamos, y acabarán aprendiendo antes nuestra lengua, por su propio bien.

No se puede obviar, además, que cada vez que usamos otra lengua oficial distinta, perdemos la oportunidad de utilizar la nuestra, y por tanto, de aumentar su uso, por lo que mantendremos la salud de la nuestra, evitando que sea exterminada por las lenguas competidoras. Es como una planta: hay que cuidarla, mimarla, protegerla, para que no se contamine e intoxique, y que sobreviva en competencia con otras, que incluso sin mala fe, podrían suponer la extinción de nuestra tradición, sentimientos, e identidad.

R. Gaab

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