Durante
la década de los 90 se incrementó la velocidad de transformación,
supliendo los “defectos” de la normalización lingüística de
los 80, cuando se educaba en el bilingüismo por no contar con
suficientes profesores, por lo que para finales de
los 90, junto con el progresivo avance legislativo ad
hoc, la inmersión lingüística total en catalán se hizo una
realidad en la inmensa mayoría de colegios e institutos catalanes,
quedando sólo las universidades todavía a medio gas por lo que
respecta a docencia catalanista, si bien se vislumbraba que la asimilación total sería cuestión de tiempo. El sueño del
nacionalismo catalán, tener la escuela bajo control para poder “construir”
una sociedad a la imagen y semejanza del sueño homogeneizador ad hoc, se hacía realidad: una cultura, una lengua, una historia, un
país, un líder.
De manera análoga al nacionalismo español del
franquismo, el grueso del nacionalismo catalán comparte con éste el
substrato integrador y paternalista del catolicismo, por lo que el catalán no se veía como algo “intrínsecamente
negativo”, sino como el ánimo de gente bienintencionada que tenía
afán por preservar su cultura, a veces de manera algo traviesa, pero
manteniendo la simpatía de la mayoría de la sociedad
española, pese a ir asociado a reivindicaciones de todo tipo que no
tenían que ver con la lengua. Se aceptaba como idiosincracia local. Llegando
al 11 de septiembre del año pasado, tras más de tres décadas de gobiernos nacionalistas
en Cataluña, con cotas de autogobierno comparables a los integrantes de cualquier otro estado de configuración similar, todavía se usa como arma arrojadiza el fantasma del
franquismo por parte de los medios subvencionados del nacionalismo
catalán, habiéndose extendido del PP de Cataluña, a nuevas
formaciones surgidas como reacción al aumento de grado del
nacionalismo, principalmente, Ciutadans. Contra todo pronóstico, se produjo un punto de
inflexión tras ese día: de la percepción de
idiosincracia y de “gente que protege los suyo”, se pasó a ver sin la careta simpática: confrontación étnica, azuzada por y para para el usufructo y protección de la casta del nacionalismo catalán, con el objetivo de un estado independiente, dejando claro que las distintas etapas del "catalanismo" conforman una traición
al Estado, ejecutada paso a paso, incluso contra la ley que legitima al propio
gobierno autonómico, utilizando a discreción propaganda pagada con dinero público, conformando una guerra total por parte de medios subvencionados y controlados por el poder
nacionalista, para hacer ver la escisión unilateral como la única
manera de “salvar a Cataluña”, no asumiendo ninguna
responsabilidad pese haber estado gobernando la comunidad
autónoma desde el inicio de la democracia.
Tras
el el revulsivo del 11-S, el PSC acudía a las
últimas elecciones autonómicas en Cataluña del pasado 25 de
noviembre, tranquilizando a los catalanes votantes del PSC
con ascendencia o nacimiento en otras provincias españolas,
denominados “charnegos” por ser castellanohablantes, aclarando
explícitamente que su partido no estaba por la ruptura de España.
Lo cual hizo que buena parte de los “charnegos” de izquierdas
votantes del PSC repitiesen su voto. Para los que tengan contacto con votantes del PSC, supongo que conocerán la sorpresa
cuando se produjo la fractura interna en la votación sobre la
“soberanía” de Cataluña en el parlamento autonómico catalán:
¿No quedó claro en la campaña electoral? Pues parece que no. Parte
del PSC parecía volver a las andadas nacionalistas de su época del
tripartito, cuando competían a ser más nacionalistas que ERC e
ICV-EUiA-Verds. Ahora, con la carta de Chacón, queda
manifiesta la discrepancia interna del PSC, no sólo habiendo despertado parte del trance "catalanista", ya sea por ver la deriva
fascistoide del nacionalismo catalán, o por entrever el hartazgo de
que quienes votan al PSC en Cataluña, principalmente no nacionalistas, y que si
hasta ahora les han votado, ha sido por no haber otra cosa
equivalente. Visto lo visto, y sean sus motivos más o menos
honorables, o más o menos egoístas, a mi modo de ver más vale "chaconismo" tarde, que
no que sigan los señoritos del “socialismo pijo catalanista”
viviendo del cuento gracias a los votos de los “colonos de izquierdas”,
cuyo voto en la provincia de Barcelona sigue valiendo mucho menos que
en Lérida, Gerona o Tarragona. Porque sigue habiendo clases, parece.
R.
Gaab
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