May 6, 2013

¡Lo que necesitamos es CHACONISMO!

El PSC se empezó a nutrir, desde el periodo constitucional abierto en 1978 en España, de personas que sentían animadversión hacia los símbolos relacionados con el estado, por haberse usado éstos como propaganda de un régimen totalitario durante cuatro décadas, sentimiento habitual en las personas de izquierda en general, y también en los nacionalistas de Cataluña y País Vasco, por ser los principales opositores al régimen anterior. Ese factor fue la tónica en la inmensa mayoría de las formaciones políticas catalanas durante los años 80, ya que tanto los partidos de base socialista, como los nacionalistas, compartían la inercia antifranquista, haciendo del "catalanismo" un frente común, resultando en concesiones a los nacionalistas por la baza del victimismo, presentadas como una compensación postraumática, aún yendo contra la lógica de la perspectiva de la izquierda. De ahí la facilidad para apoyar, o al menos tolerar, al “catalanismo” por la inmensa mayoría de fuerzas políticas en el resto de España, como una reformulación del nacionalismo catalán en términos culturales, enfocado a la protección y normalización del uso de la lengua catalana tras el periodo de exclusión de la vida pública de la misma durante la dictadura, visto con simpatía por el grueso de la sociedad española, que también padeció la represión, incluso con mayor virulencia en muchas zonas. Partiendo de ese contexto, se contó con vía libre en Cataluña para las medidas de "normalización lingüística" en las escuelas, el uso predominante del catalán en las instituciones, y el usar neologismos para dar un trato de estado de facto a la comunidad autónoma catalana en la práctica totalidad de medios financiados directa o indirectamente por la comunidad autónoma y municipios de la misma. Ni siquiera el PP hizo una oposición real al avance del “catalanismo” en Cataluña: por un lado, por temor al uso de la carta de banalización del franquismo, y en igual o mayor medida, por ser vistos los partidos nacionalistas conservadores como partidos bisagra, susceptibles de aceptar tratos a cambio de tapar corruptelas u otras concesiones puntuales. Así, incluso el PP acabó aceptando de facto la “idiosincracia identitaria” del nacionalismo catalán como un mal menor, como condimento necesario para el jaleo asociado a las arengas electorales de consumo interno del nacionalismo catalán.


Durante la década de los 90 se incrementó la velocidad de transformación, supliendo los “defectos” de la normalización lingüística de los 80, cuando se educaba en el bilingüismo por no contar con suficientes profesores, por lo que para finales de los 90, junto con el progresivo avance legislativo ad hoc, la inmersión lingüística total en catalán se hizo una realidad en la inmensa mayoría de colegios e institutos catalanes, quedando sólo las universidades todavía a medio gas por lo que respecta a docencia catalanista, si bien se vislumbraba que la asimilación total sería cuestión de tiempo. El sueño del nacionalismo catalán, tener la escuela bajo control para poder “construir” una sociedad a la imagen y semejanza del sueño homogeneizador ad hoc, se hacía realidad: una cultura, una lengua, una historia, un país, un líder.

De manera análoga al nacionalismo español del franquismo, el grueso del nacionalismo catalán comparte con éste el substrato integrador y paternalista del catolicismo, por lo que el catalán no se veía como algo “intrínsecamente negativo”, sino como el ánimo de gente bienintencionada que tenía afán por preservar su cultura, a veces de manera algo traviesa, pero manteniendo la simpatía de la mayoría de la sociedad española, pese a ir asociado a reivindicaciones de todo tipo que no tenían que ver con la lengua. Se aceptaba como idiosincracia local. Llegando al 11 de septiembre del año pasado, tras más de tres décadas de gobiernos nacionalistas en Cataluña, con cotas de autogobierno comparables a los integrantes de cualquier otro estado de configuración similar, todavía se usa como arma arrojadiza el fantasma del franquismo por parte de los medios subvencionados del nacionalismo catalán, habiéndose extendido del PP de Cataluña, a nuevas formaciones surgidas como reacción al aumento de grado del nacionalismo, principalmente, Ciutadans. Contra todo pronóstico, se produjo un punto de inflexión tras ese día: de la percepción de idiosincracia y de “gente que protege los suyo”, se pasó a ver sin la careta simpática: confrontación étnica, azuzada por y para para el usufructo y protección de la casta del nacionalismo catalán, con el objetivo de un estado independiente, dejando claro que las distintas etapas del "catalanismo" conforman una traición al Estado, ejecutada paso a paso, incluso contra la ley que legitima al propio gobierno autonómico, utilizando a discreción propaganda pagada con dinero público, conformando una guerra total por parte de medios subvencionados y controlados por el poder nacionalista, para hacer ver la escisión unilateral como la única manera de “salvar a Cataluña”, no asumiendo ninguna responsabilidad pese haber estado gobernando la comunidad autónoma desde el inicio de la democracia.


Tras el el revulsivo del 11-S, el PSC acudía a las últimas elecciones autonómicas en Cataluña del pasado 25 de noviembre, tranquilizando a los catalanes votantes del PSC con ascendencia o nacimiento en otras provincias españolas, denominados “charnegos” por ser castellanohablantes, aclarando explícitamente que su partido no estaba por la ruptura de España. Lo cual hizo que buena parte de los “charnegos” de izquierdas votantes del PSC repitiesen su voto. Para los que tengan contacto con votantes del PSC, supongo que conocerán la sorpresa cuando se produjo la fractura interna en la votación sobre la “soberanía” de Cataluña en el parlamento autonómico catalán: ¿No quedó claro en la campaña electoral? Pues parece que no. Parte del PSC parecía volver a las andadas nacionalistas de su época del tripartito, cuando competían a ser más nacionalistas que ERC e ICV-EUiA-Verds. Ahora, con la carta de Chacón, queda manifiesta la discrepancia interna del PSC, no sólo habiendo despertado parte del trance "catalanista", ya sea por ver la deriva fascistoide del nacionalismo catalán, o por entrever el hartazgo de que quienes votan al PSC en Cataluña, principalmente no nacionalistas, y que si hasta ahora les han votado, ha sido por no haber otra cosa equivalente. Visto lo visto, y sean sus motivos más o menos honorables, o más o menos egoístas, a mi modo de ver más vale "chaconismo" tarde, que no que sigan los señoritos del “socialismo pijo catalanista” viviendo del cuento gracias a los votos de los “colonos de izquierdas”, cuyo voto en la provincia de Barcelona sigue valiendo mucho menos que en Lérida, Gerona o Tarragona. Porque sigue habiendo clases, parece.



R. Gaab

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